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11 de junio de 2016

EL ÚLTIMO CARTUCHO DEL PSOE ANTE EL 26-J

Si el componente racional fuera el único que pesase en el votante a la hora de depositar su papeleta en la urna, tanto Ciudadanos como PSOE serían los partidos que las encuestas darían como preferidos, y sin embargo, a día de hoy, es justo lo contrario. El voto fijo que atesora el PP y el voto emocional-rupturista de Unidos Podemos son los que escogerían en primer y segundo lugar los electores.

Se da la relativa paradoja de que, siendo Mariano Rajoy el líder peor valorado (último CIS, realizado entre el 4 y el 22 de mayo 2016), su partido encabeza el ranking con el 29,2%, mientras que el PSOE, también según dicho CIS, es el partido que la “mayoría de encuestados preferiría que gobernase”, pero sólo llega a la tercera posición (21,2%), detrás de la formación de Pablo Iglesias (25,6%). Más que paradójico, resulta desalentador que, por ejemplo, en la Comunidad Valenciana – “con la que ha caído”, dicho castizamente-, el PP podría ser la fuerza más votada (llegaría a tener 12 escaños), mientras que el PSOE alcanzaría 7 y Compromís, 9. Y en la Comunidad de Madrid sucedería algo similar.

En todo caso, a los de Pedro Sánchez aún les quedaría una bala en la recámara: el denominado voto oculto. Correspondería éste, al menos en buena parte, a los entrevistados que se refugian en el «no sabe/no contesta» de los cuestionarios. Otros, simplemente, mentirían, si bien los expertos consideran que una de las principales razones que explican la falta de inclinación de los votantes de un determinado partido a revelar su opción es que la formación por la que va a votar no sea “bien vista” en su entorno o comunidad.

En el caso del PSOE, pudiera suceder que hubiera quienes optasen por ocultar su voto a los de Ferraz por parecer tibios progresistas, frente al izquierdismo más pata negra, más a la moda, de Unidos Podemos. Ya le ocurrió algo parecido en ciertas elecciones andaluzas: muchos votantes del PSOE, ante la imagen de corrupción del partido, optaron por no definirse o mentir en las encuestas. Una hipotética subida del PSOE, sin menoscabo de Unidos Podemos, podría rondar los 170 escaños, suficientes con algún apoyo más, para formar gobierno; esto es lo que lo que más le preocuparía a los Populares. Aunque, en sentido contrario, el descenso electoral socialista unido a exvotantes del PP que se estarían alarmando ante la posibilidad real de que Iglesias alcance la presidencia del Gobierno, elevaría los números del PP (en Génova se especula con llegar o superar el 31% de los sufragios).

De todos modos, aun siendo de buena calidad, los datos del CIS solo marcarían las tendencias en el momento de su recogida. Faltaría el impacto de la campaña electoral, los hechos relevantes que puedan producirse hasta el 26-J o el debate televisivo a cuatro. También que el 32,4% de los consultados no tiene aún decidida su papeleta.


Otra consecuencia que parece deducirse de este CIS es que, en la formación de la coalición Unidos Podemos,  el partido de Pablo Iglesias ha resultado el más beneficiado tras su pacto con IU, escalando del 22,6% anterior al 25,6%, lo que le permitiría adelantar a los socialistas.

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