Ante la perspectiva de unas nuevas elecciones generales, se da por generalmente cierta a
predicción de que los nuevos comicios beneficiarían a PP y Podemos, ambos
representantes de los extremos del tablero político.
Ciertamente, resulta –en virtud de lo observado por los
expertos en demoscopia a la luz de
la pasada experiencia- posible y, aún más, probable. No obstante, no
descartaría, en esta ocasión que tal premisa no fuera a cumplirse, o al menos,
no absolutamente.
Podría suceder que los electores,
ahora, y en función de lo que están observando en relación con las
negociaciones para la investidura, empezasen a valorar más aquellas actitudes
que estén anteponiendo el interés general al particular. En este sentido,
Ciudadanos y, en menor medida, el PSOE, podrían atraer electores nuevos, al
tiempo que perderían algunos tanto PP, por los nuevos casos de corrupción,
conocidos o por conocer, y Podemos, debido a su arrogancia, inexperiencia y
propuestas, en ocasiones, utópicas.
Con todo, hasta finales de junio pueden pasar muchas cosas.
Puede que no cambien los programas de los partidos, pero sí las prioridades.
Pueden surgir nuevas propuestas. Pueden cambiar los candidatos, la situación internacional,
el contexto económico. Cuatro meses puede
ser mucho tiempo.