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14 de abril de 2011

DE LA COMUNICACIÓN A LA PROPAGANDA

Sólo hay algo más patético que algún político expeliendo sin parar su verborrea, expresión del argumentario oficial que le ha entregado su formación y que el tipo ha memorizado a conciencia: un periodista afín a una marca política, de los popularmente denominados “tertulianos”, peleándose con denuedo de forma pseudodialéctica con otro, igualmente ardoroso, de signo contrario. Todo un espectáculo.

Hace ya tiempo que los medios de comunicación generalistas más importantes abandonaron las premisas del oficio periodístico para ponerse la camiseta de según que partido político. Cambiaron su fidelidad, y repudiaron al lector, al ciudadano. Y este viraje no es baladí, pues contradice uno de los soportes esenciales de la democracia: la existencia de medios de información libres e imparciales. De ahí el término “cuarto poder”, un recurso que tendrían los ciudadanos contra el abuso de los otros tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.

El cambio aludido es fundamental. La misión esencial de los medios sería ahora la propaganda política, una propaganda “camuflada” bajo el paraguas de ser un medio de comunicación al que se le otorgaba la credibilidad de no servir bajo ninguna bandera. De este modo, el papel de los medios –en muchos casos un contrapoder- desaparecería y en su lugar se libraría una batalla ideológico-propagandística, siendo el objetivo de los contendientes la obtención del poder, político y económico.


Ignacio Ramonet explica las, a su juicio, causas de esta transformación: “Los medios masivos de comunicación (emisoras de radio, prensa escrita, canales de televisión, internet) tienden cada vez más a agruparse en el seno de inmensas estructuras para conformar grupos mediáticos con vocación mundial”. Así, añado yo, en su afán de crecimiento, son penetrados por el poder financiero y por las grandes multinacionales y fondos de inversión, que entran en el accionariado y acaban influyendo en su posicionamiento editorial. De esta forma, más allá de las clásicas funciones de informar, educar y entretener, el papel de los medios de comunicación social en la sociedad actual, está enfocado a crear y afianzar de forma continua, la ideología y conducta de consumo en el espectador, lo que favorece a las élites que detentan la hegemonía económica.

7 de abril de 2011

AYER, 38 GRADOS EN SEVILLA (Y FUERON 29)

Ayer, 6 de abril, en el Telediario 2 de TVE, oí decir a Pepa Bueno que Sevilla había alcanzado los 38 grados de temperatura. Hoy he consultado la web de la Agencia Estatal de Meteorología, y resultó que se habían alcanzado, en realidad, 29 grados, dato que parece bastante más lógico que el difundido por la televisión pública.

Este es sólo un detalle del rumbo que ha tomado la información televisiva en los últimos tiempos. Los telediarios han optado ya, claramente, por contenidos que atraigan a la audiencia, que por su carácter generalista, se orientan al sensacionalismo y a la banalidad, a despecho de la objetividad si es menester. Ya puestos, podían haber dicho que la capital hispalense había superado los 40 grados, añadiendo que no se lograba tal registro desde marzo de 1808, fecha en que subió al trono Fernando VII. Hubiera sido aún más efectista.

Aún recuerdo, cuando era estudiante en la facultad, lo que nos decían: que las noticias de interés general, tanto nacionales como internacionales, convenientemente ordenadas y bien apoyadas por imágenes nutrían el clásico informativo en televisión. Hoy lo que veo es un poco diferente. Por un lado, se insertan numerosos contenidos que no podrían calificarse de interés general (por ejemplo, los desfiles de moda), por otro, se da especial relevancia a los sucesos especialmente escabrosos o frívolos; y también, abundan las informaciones que carecen de la mínima profundidad exigible, de modo que hay noticias que, más que dar respuestas, abren interrogantes. Particularmente me incomodan los testimonios “a pie de calle”, en la que se coge a los tres primeros transeúntes que pasan por la ídem, para que den alguna opinión en imperfecto castellano y cuyo valor informativo es, a mi juicio, nulo.

Los valores y criterios de la BBC en todos sus formatos, tan elogiados como soslayados por estos lares, señalan la obligación de informar sobre “hechos relevantes” con el esfuerzo puesto sobre la “exactitud, imparcialidad y precisión”, exigencias que se anteponen a la rapidez. Aunque estos criterios sigan vigentes allí, parece que son historia antigua si miramos nuestra pequeña pantalla.

Esta transformación de los telediarios tiene nombre: se llama “infoentretenimiento”. Se trata de una tendencia de los medios a presentar la información como espectáculo, cuya función principal es la de servir de gancho para captar y mantener la audiencia, y se comienza a implantar a medidos de los años noventa, coincidiendo con una mayor competencia de las cadenas de televisión que aumentan en número; los estudiosos hablan de “espectacularización de la información” o también la “espectacularización de la realidad”. El criterio de la calidad en la información como servicio público inherente a un sistema democrático es sustituido por el del share, la cuota de pantalla, la rentabilidad.