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16 de julio de 2017

DE LA AUTONOMÍA AL SECESIONISMO: BREVE HISTORIA DEL PROBLEMA CATALÁN A TRAVÉS DEL TIEMPO

Los historiadores consideran que el nacionalismo catalán constituyó una corriente política surgida a partir del denominado catalanismo, movimiento cultural nacido en la denominada Renaixença (cuyos orígenes se remontarían a comienzos del siglo XIX),  y cuyo objetivo era la recuperación del uso de la lengua catalana como lengua literaria y de cultura.
Es interesante resaltar que el nacionalismo catalán tuvo mucho que ver con el despegue industrial y económico de Cataluña de finales de siglo XIX, sobre todo a raíz de la repatriación de capitales que trajo el desastre del 98. Entonces, la burguesía adoptó la costumbre aristocrática de escribir en castellano. La mayoría de la literatura era de tema catalán pero escrita en la lengua de Cervantes.

Sin embargo, a finales de ese siglo, la lengua catalana comenzó a prestigiarse, y aunque los algunos filólogos de lenguas románicas situaban la lengua catalana entre los dialectos del occitano, los estudios de Milà y Fontanals,   posteriormente, situaron el catalán como lengua independiente

Ya en las postrimerías del siglo XIX, nacen en Cataluña y el País Vasco movimientos que cuestionan la existencia de una única nación española. El punto de partida de los argumentos nacionalistas consiste en afirmar que Cataluña y el País Vasco son naciones y que, por consecuencia, tienen derecho al autogobierno. Esta afirmación la basan en la existencia de unas realidades diferenciales: lengua, derechos históricos (fueros), cultura y costumbres propias.

Fue Enric Prat de la Riba el que fundó la Unió Catalanista en 1891, de  ideología conservadora y católica. Contaba con pocos militantes pero una amplia difusión geográfica y popular por Cataluña. Emitía sellos y monedas alegóricas a la “pàtria catalana”, y tenía una bandera y un himno compuesto por Joan Maragall y Enric Morera. Al año siguiente, esta organización aprobó las denominadas Bases de Manresa, programa en el que se reclama el  autogobierno y una división de competencias entre el estado español y la autonomía catalana.

 Aunque marcadamente nacionalista, la Unió Catalanista no tuvo planteamientos separatistas: “Así, el nacionalismo catalán, que nunca ha sido separatista, que siempre ha sentido la unión fraternal de las nacionalidades ibéricas dentro de la organización federativa, es aspiración levantada de un pueblo, que, con conciencia de su derecho y de su fuerza, marcha con paso seguro  por   el  camino  de  los  grandes  ideales  progresivos de la  humanidad” ( Enric Prat de la riba, “La nacionalidad catalana” 1906)

En 1901 nace la Lliga Regionalista con Francesc Cambó como principal dirigente y Prat de la Riba como ideólogo. También es un partido conservador, católico y burgués con un objetivo principal: la autonomía política para Cataluña dentro de España. La Lliga nace alejada  de cualquier independentismo, y Cambó llegó a participar en el gobierno de Madrid, pese a no conseguir ninguna reforma ante el cerrado centralismo de los gobiernos de la Restauración.

El 5 de julio de 1917 todos los diputados y senadores de Cataluña -a excepción de los monárquicos- se reunieron en el Ayuntamiento de Barcelona y aprobaron un documento que pedía “la plena autonomía de Cataluña” y la “transformación del Estado basándose en un régimen de autonomías que, adaptando su estructura a la realidad española, aumente su cohesión orgánica y facilite el libre desenvolvimiento de sus energías colectivas”. Reunido el Gobierno, contestó al día siguiente de forma negativa, lo que elevó la tensión en la región catalana, siendo Barcelona ocupada militarmente el día 19, con la Guardia Civil patrullando por las calles.

En enero de 1919 la Asamblea Catalana aprobó un proyecto de Estatuto de Autonomía que fue refrendado por 1.046 ayuntamientos catalanes (de un total de 1.072). Largo Caballero, diputado socialista por Barcelona y Secretario General de UGT, les apoyó sin ambages: “Somos un partido internacionalista, pero eso no quiere decir que no reconozcamos las nacionalidades y regiones”.

La Dictadura de Primo de Rivera llevó a cabo inmediatamente una política de constante persecución del catalanismo. Con ello, durante este periodo, los nacionalismos, independientemente de su ideología, tendieron a alinearse con fuerzas obreras.

Durante la II República, mientras que Francesc Cambó y la Lliga apostaban por la continuidad de la monarquía, el catalanismo de izquierdas participó en el Pacto de San Sebastián, y en 1931 se agrupa en Esquerra Republicana de Cataluña, formada por la unión del Partit Republicà Català, Estat Català y otros grupos menores. La hegemonía de Esquerra Republicana durante la II República llevó a la aprobación en las Cortes del Estatuto de Autonomía de 1932 (conocido, asimismo, como el Estatuto de Nuria), que daba a Cataluña un gobierno y parlamento propio, así como determinadas competencias, si bien las aspiraciones iniciales del proyecto de la Generalidad fueron rebajadas (se pedía el derecho a la autodeterminación, modelo federal del Estado, catalán como única lengua oficial).

Con el golpe militar y la llegada del Régimen franquista en 1939, Cataluña vivió una época de represión de su lengua y cultura sin precedentes, lo que explicará en gran medida la reacción de la sociedad en las siguientes décadas. En especial desde 2006, año en el que los catalanes refrendan un nuevo Estatut (con un 50,5% de abstención) que define a Cataluña como nación.

En Septiembre de 2009, Arenys de Munt se convierte en el primer municipio catalán en realizar una consulta popular sobre la independencia. Tres años más tarde llega el momento clave de la deriva soberanista: el Parlament de Cataluña aprueba la “Declaración de Soberanía y el Derecho a Decidir del pueblo de Cataluña”, que el Tribunal Constitucional anuló en 2014. Este mismo año la Cámara Catalana aprobaría la “Ley de Consultas” como instrumento para celebrar un referéndum soberanista, que también suspendió el Tribunal Constitucional. A pesar de ello, la consulta se efectúa el 9 de noviembre de 2014, con una baja participación (37%), en el que el sí a la independencia representaba un 29,5% del censo total. Pese a todo, en marzo de 2015 CDC y ERC pactan una hoja de ruta que plantea sin ambages una declaración unilateral de independencia.

Los comicios autonómicos celebrados en septiembre de 2015 se plantean como un test para medir la fuerza del independentismo, creando los separatistas a tal efecto la coalición electoral Junts pel sí,  formada por Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Demócratas de Cataluña y Moviment d'Esquerres.


El hecho es que se registra una derrota independentista en votos pero no en escaños (las papeletas favorables a Junts pel sí supusieron un 39,54%, a las que habría que sumar las de la CUP, un 8,2%). Basándose en la victoria en escaños, el presidente catalán Carles Puigdemont convoca para el 1 de octubre de este año una votación con la pregunta: “¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república?”.