Desde hace tiempo estamos inmersos, guste
más o menos, en la denominada revolución digital, y Europa –pese al Brexit- la encara dando prioridad a la capacidad de la computación de alto rendimiento (HPC)
para procesar la ingente cantidad de datos disponibles en la actualidad, lo que
resulta esencial para los principales progresos e innovaciones económicos y
científicos.
Los superordenadores
existen desde la década de los años sesenta. Pero la naturaleza de la
computación está cambiando en consonancia con el aumento de las aplicaciones críticas intensivas en datos. De hecho, para 2.020
se prevé que estarán conectados 25.000
millones de dispositivos, que generarán un tráfico anual de datos de más de
dos zettabytes. Un zettabyte equivale
a 10 elevado a 21 bytes, es decir, a un
trillón de Gigas.
La propuesta por la Comisión Europea,
ofrecerá a científicos, empresas, pymes y autoridades públicas superordenadores
de primera línea que ofrezcan capacidades de computación y almacenamiento de
datos de última generación para lograr la excelencia en la economía digital y
la ciencia basada en datos. El objetivo propuesto es contar para 2.022 con un
superordenador basado en tecnología europea
entre los tres más potentes del mundo.
En este sentido, la Comisión
Europea se ha comprometido a aportar 700 millones de euros a una
colaboración público-privada sobre HPC con las partes interesadas en la HPC
europeas, agrupadas en la asociación ETP4HPC.
Según fuentes oficiales, los investigadores de la UE están logrando notorios progresos
hacia la eliminación de las distancias que separan la capacidad técnica de las
necesidades de la industria, mediante proyectos como FORTISSIMO y NUMEXAS. Proyectos como MONT-BLANC, DEEP/DEEP-ER, FiPS, EXA2GREEN, ADEPT abordan aspectos
de software y hardware y, en concreto, su eficiencia
energética, para sentar las bases de una supercomputación que impulse la
economía europea.