LAS elecciones autonómicas andaluzas
serán solo un apertivo ligth
de todo el calendario electoral del presente año. El interés de
estos comicios podría residir en observar que grado de confianza le
otorgan los electores a las dos nuevas formaciones, Podemos
y
Ciudadanos,
si bien sus resultados no podrían valorarse en su justa medida al
ser partidos de escasa implantación en aquella Comunidad Autónoma.
El
primer test serio serán las municipales y autonómicas
de mayo.
Lo viejo (PP,
PSOE, IU)
contra la nuevo (Podemos,
Ciudadanos).
Hasta ahora, lo primero aglutinaba más del 80% del voto emitido,
pero -si atendemos a las encuestas- esto se ha acabado.
Si
en las generales, el partido de Pablo
Iglesias
alcanza un mínimo del 20% de los votos, y el de Albert Rivera se
acerca al esa cifra, estaríamos hablando de cuatro
grupos políticos
con posibilidades de gobernar, y de múltiples posibilidades de
alianzas posteriores a las urnas. Serán las elecciones -junto con
las generales de noviembre- más interesantes desde aquellas primeras
que ganó UCD en 1977.
A
tenor de lo visto en los sondeos, estaríamos una situación de
franca volatilidad,
valga
el símil bursátil. El porcentaje atribuido a los cuatro partidos
mencionados sube o baja según la encuesta y el momento en que se ha
realizado ( y no olvidemos que el margen
de error existe,
de forma que un más/menos tres por ciento, por ejemplo, supondría
una desviación nada
desdeñable
de seis puntos).
Cualquier
resultado parece posible, por lo hay cierta cautela a la hora
de manifestar preferencias de cara a posibles acuerdos
postelectorales con formaciones que podrían se susceptibles de
pacto. Aunque cualquier acuerdo no es posible, las amistades del PP
resultan escasas y potencialmente famélicas en número de escaños.
Pero el poder une mucho y hace extraños compañeros de viaje. Veremos.