Resulta asombrosa la transformación de Esperanza Aguirre: de neoliberal sin complejos ha pasado a elogiar las bondades del Estado. A propósito de Bankia, la presidenta ha declarado que en este momento la antigua Caja Madrid está "en el mejor (momento) de su historia para garantizar a impositores, depositantes y trabajadores" que tienen la garantía del aval del Estado.
Un mensaje que viene a decir ahora que es el Estado quien garantiza que nada va a sucederle a su dinero. El Estado es el mejor guardián para los ahorros, lo ha dicho
Pero hay más. Esperanza afirmó que "si hubieran sabido los consejeros de Caja Madrid la situación real del resto de las cajas que se fusionaban seguramente esa fusión no se hubiera llevado a cabo". Frágil disculpa. La obligación de los consejeros era, precisamente, asegurarse de la situación financiera del resto de las cajas fusionables. Si lo hubieran hecho, hubieran votado “no” en el Consejo y ahora Bankia estaría en mucho mejor posición.
Con todo, a cada uno lo suyo. Los problemas de Bankia arrancan con Miguel Blesa, nombrado por su íntima amistad con José María Aznar y no por sus conocimientos financieros. Después vino Rato, que pasó con más pena que gloria por el Fondo Monetario Internacional, y continuó su carrera hacia abajo en Bankia, sin olvidar al gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, cuya impericia ha estado a la altura de los anteriores. Aunque, que se sepa, ninguno tiene, ni va a tener en su vida, problemas para llegar a fin de mes.