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13 de enero de 2016

UNA GIGANTESCA ERUPCIÓN VOLCÁNICA ARRASÓ EL NORTE DE ESPAÑA (HACE 477 MILLONES DE AÑOS)


Resultado de imagen de Gondwana

La actual península ibérica sufrió una enorme erupción volcánica hace 477 millones de años, cuando estaba ubicada en la costa de un gran continente llamado Gondwana. La datación precisa de una capa de cenizas volcánicas preservada en la cordillera Cantábrica indica que las rocas de una vasta área son coetáneas y, por lo tanto, probablemente se originaron en una misma erupción que, por su gran volumen, tiene que corresponder a un supervolcán. Así se afirma en la revista Tectonophysics que publica un artículo de la Universidad de Salamanca.

“Sabíamos que había rocas volcánicas en Asturias, León y Cantabria, pero no se consideraban una misma capa. Ahora hemos demostrado que tienen la misma edad, de modo que pertenecen a una misma erupción”, declara  Gabriel Gutiérrez Alonso, investigador de la mencionada Universidad.

En sus cálculos más conservadores, los científicos pueden asegurar que la cubierta de cenizas abarcó al menos unos 15.000 kilómetros cuadrados (un área equivalente a la provincia de León). La erupción habría emitido más de 80.000 millones de toneladas de rocas a la atmósfera, aunque posteriormente esta piedra pómez pierde su porosidad original y en la actualidad se encuentra mucho más compacta por el efecto del peso de las rocas depositadas encima.

Con estos datos, sería una erupción de tipo “Colosal”, que en el Índice de Explosividad Volcánica (VEI, por sus siglas en inglés) que utilizan los expertos alcanzaría un 6 en una escala del 1 al 8. En esta clasificación, cada valor supone que la erupción es 10 veces más virulenta que el valor inferior. Por ejemplo, la del Vesubio que acabó con Pompeya tiene un VEI de 5.

Sin embargo, es posible que las dimensiones del supervolcán fuesen mucho mayores, puesto que hay zonas geográficas mucho más alejadas con rocas volcánicas similares que también podrían corresponder al mismo evento. Los científicos no descartan una erupción de tipo “Mega-colosal”, de un VEI de 7, con un volumen de cenizas de 600 km3 y 900.000 millones de toneladas que, en términos geográficos actuales, habría alcanzado todo el norte de la península, desde Galicia a la cordillera Ibérica, en Aragón. Incluso podría haber tenido una magnitud VEI 8, de características “Supervolcánicas-Apocalípticas”, alcanzando Armórica (Francia) y Cerdeña (Italia) tras proyectar 1.000 km3 de cenizas a la atmósfera.

La clave de esta investigación está en la datación geocronológica usando isótopos radiactivos en un mineral llamado circón, que ha determinado que todas las muestras tienen la misma antigüedad: 477 millones de años, con una incertidumbre de un millón de años abajo o arriba, es decir, un error de menos del 0,25%, una altísima precisión obtenida por el investigador Fernando Len los laboratorios de la Universidad de Oslo (Noruega). En la investigación también han participado Juan Carlos Gutiérrez Marco (IGEO-CSIC), Javier Fernández Suárez (Universidad Complutense de Madrid) y Enrique Bernárdez (Universidad de Atacama, en Chile).

Las erupciones volcánicas de “magnitud cataclísmica” ocurren con relativa frecuencia, entre 10.000 y 100.000 años y apenas duran semanas o meses. El último supervolcán conocido es el Toba, en la isla de Sumatra (Indonesia), cuya erupción hace 74.000 años tuvo grandes efectos climáticos en el planeta. En Estados Unidos, la caldera de Yellowstone ha entrado en erupción tres veces en los últimos dos millones de años, la última vez, hace 640.000 años. “Probablemente, es el más famoso y el que más probabilidades tiene de ser el próximo en volver a protagonizar una erupción supervolcánica, aunque también puede ocurrir en el entorno del Pacífico”, comenta el geólogo de la Universidad de Salamanca.

En cuanto a sus repercusiones para la vida del planeta, es sabido que los cataclismos volcánicos más recientes no supusieron grandes extinciones globales. En el caso de este de la península ibérica, en aquel momento ni siquiera existía vida colonizando la superficie de los continentes, solo en los océanos. La capa de ceniza cubriría grandes extensiones de las partes menos profundas de un océano que se estaba formando en aquel momento, llamado Rheico, y seguramente aniquiló las formas de vida que vivían en el fondo marino en toda la región afectada. Aunque la ceniza habría permanecido en la atmósfera durante años, alterando su composición, la ausencia de vida fuera de las aguas habría minimizado el impacto de estos cambios.