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6 de octubre de 2012

LA CUADRATURA DEL CÍRCULO O DE CÓMO DEBERÁ CAMBIAR EL SISTEMA SOCIOECONÓMICO EN OCCIDENTE SÍ O SÍ.


La población total del planeta Tierra ya supera los 7.000 millones de seres humanos, y nacen alrededor de 6.500 individuos por hora. Al año superan los 100 millones, pero hay que restar algo menos de 44 millones de fallecimientos. En todo caso, el saldo es positivo en 56 millones anuales.

Con la revolución industrial, que se extendió desde mediados del siglo XVIII a comienzos del XIX, la maquinaria sustituyó, en buena medida, al trabajo manual. Ello permitió fabricar más productos en menos tiempo y con menos mano de obra. La mecanización agrícola redujo la necesidad de agricultores y ganaderos que, en grandes cantidades, emigraron a las ciudades en busca de trabajo; era el nacimiento del proletariado, de la clase obrera. La madurez del proceso se alcanzó en la llamada segunda revolución industrial, y la tercera, que suele denominarse como la revolución científico-técnica, incluye grandes avances en informática, energía, telecomunicaciones, robótica, etc.

Todo ello ha significado una cada vez menor necesidad de trabajadores humanos. El sociólogo y economista Jeremy Rifkin, asesor del gobierno Clinton, sostiene que el hombre ya no es sustancial en el proceso de producción de riqueza social (en su obra “El fin del trabajo. El declive de la fuerza de trabajo global y el nacimiento de era del posmercado”).

Cada vez más población, cada vez menos empleo. En el mundo occidental las clases sociales menos cualificadas profesionalmente –y ya van incluyéndose a las clases medias–  dejan de ser necesarias: los trabajadores que se precisen están en Asia y Latinoamérica. Con el tiempo, la evolución de estas tenderá a ser la misma, y entonces el problema será global.

Las víctimas de proceso sustitución de máquinas por hombres crean lo que los sociólogos denominan “nuevas infraclases”, las que, en palabras del experto Javier Prieto, “quedan en el extrarradio del núcleo de oportunidades de obtener un empleo estable, bien retribuido y en condiciones laborales dignas”. Comprende a personas con paro estructural de larga duración (jóvenes poco formados y mayores de 50 años), inmigrantes, grupos marginales, subempleados, economía sumergida, enfermos crónicos, discapacitados, madres solteras, etc., cuyas posibilidades laborales son ínfimas. Con el tiempo, a ésos se van sumando elementos de la clase obrera  e incluso de las clases medias, que, pese a estar más o menos formados, no lograr encontrar un puesto de trabajo debido a la abundancia de candidatos similares.

Pero el afán de maximizar beneficios a costa de reducir el número de empleos puede ser un arma de doble filo. Con un paro, como en España, del 25%, el consumo ha caído en picado, y consecuentemente, el PIB registra tasas negativas (y aún sería peor si nuestro sector exportador no estuviera contribuyendo positivamente). Si el postcapitalismo se queda sin consumidores –como está empezando a suceder en Europa- será su fin, pues su fundamento es la producción en serie en una economía global para una sociedad de consumo. Se necesita un nuevo modelo, un nuevo paradigma, probablemente un nuevo contrato social. Sí o sí.

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