Vistas de página en total

15 de octubre de 2012

EL CIRUJANO QUE DICE QUE REGRESÓ DE LA MUERTE

La revista norteamericana Newsweek publica en portada en su  número del 8 de octubre la experiencia de un neurocirujano, el doctor Eben Alexander, que encontrándose en estado de coma  experimentó situaciones que “nunca creyó fueran posible”. El titular de la revista es muy expresivo: “El cielo es real”.

Eben Alexander, con veinticinco años de experiencia en neurocirugía, no creía en el fenómeno de las experiencias cercanas a la muerte. Creció en un mundo científico, pues también es hijo de un neurocirujano. Así se manifestaba al semanario:  “Yo entiendo lo que ocurre en el cerebro cuando las personas están a punto de morir, y siempre había creído que había una buena explicación científica para las visiones o experiencias celestiales y extracorporales descritos por aquellos que escaparon por poco de la muerte. El cerebro es un mecanismo sorprendentemente sofisticado pero extremadamente delicado. Reducir la cantidad de oxígeno que recibe por la cantidad más pequeña produce reacciones, por lo que no es sorprendente que las personas que habían sufrido un traumatismo grave regresarían de sus experiencias con extrañas historias extrañas.”

El médico, aunque cristiano, era  escéptico en lo relativo a la continuación de la vida más allá de la muerte. En el otoño de 2008, sin embargo, después de estar siete días en estado de coma, Eben Alexander relata que experimentó “algo tan profundo que me dio una razón científica para creer en la conciencia después de la muerte. Muy temprano por la mañana, hace cuatro años, me desperté con un dolor de cabeza muy intenso. En cuestión de horas, mi corteza,  toda la parte del cerebro que controla el pensamiento y la emoción, y que en esencia que nos hace humanos, se había cerrado. Los médicos del Hospital General de Lynchburg en Virginia determinaron que había contraído alguna manera una meningitis bacteriana muy poco frecuente (…) Cuando entré en la sala de emergencia de la mañana, mis posibilidades de supervivencia en algo más que un estado vegetativo eran muy escasas”.

Durante siete días, estuvo en un coma profundo, y al séptimo día se despertó. Relata que, entonces –durante esa semana en coma- vivió en un lugar maravilloso.  “Comenzó mi aventura en un lugar especial, más alto que las nubes, inconmensurablemente superior. Había criaturas. ¿Pájaros? ¿Ángeles? Estas palabras no hacen justicia a los seres que vi, que sencillamente eran formas superiores, diferente a todo lo que he conocido en este planeta”. Alexander dijo que entró en un lugar lleno de nubes y se encontró con una hermosa mujer de ojos azules. Contó que "era un lugar con mariposas, alegría y grandes nubes rosadas hinchadas", donde estaba acompañado por un ser a quien él consideraba como un ángel de la guarda.

La expresión o categoría "experiencia cercana a la muerte" (ECM, en sus siglas en español, y NDE, en inglés) hace referencia a un suceso, ya atestiguado por miles de personas, y estudiado por la ciencia, en el que la conciencia de individuos clínicamente muertos parece seguir registrando acontecimientos y sentimientos de cierto tipo. La terminología la introdujo uno de los primeros investigadores, el psiquiatra Raymond Moody, en 1975.

La muerte clínica es definida como el periodo de inconsciencia provocado por la falta de oxígeno en el cerebro, cuya causa puede ser la parada circulatoria o la respiratoria o ambas. De no producirse la resucitación, el paciente muere, incluso aunque más tarde logre restablecerse su ritmo cardíaco. Durante ese periodo, algunos pacientes regresados a la vida dicen haber visto y sentido cosas bastante similares, lo que ha llevado a que los investigadores se pregunten qué relación hay entre conciencia y biología. La pregunta ya no es cuál es la base biológica de la conciencia: de lo que se trata ahora es de si la conciencia tiene una base biológica.

Una reciente investigación, llevada a cabo por científicos de las universidades de Cambridge y Edimburgo, y publicada en la revista científica Trends in Cognitive Sciences, sugiere que, como era de esperar, muchos de estos fenómenos pueden explicarse biológicamente. Además, algunas personas que creen haberlos vivido ni siquiera estaban en peligro de muerte, aunque ellas creyeran que sí. Por ejemplo, según explican los investigadores a Scientific American, la sensación de estar muerto no se limita a las experiencias cercanas a la muerte. Los pacientes con el síndrome de Cotard o del «cadáver ambulante» tienen la ilusión de que han fallecido después de un trauma muy fuerte o en etapas muy avanzadas de algunas enfermedades, debido a cambios en la corteza parietal y prefrontal, la primera relacionada con los procesos de atención y la segunda con los delirios observados en males psiquiátricos como la esquizofrenia. 

Las experiencias extracorpóreas, la sensación de dejar el propio cuerpo y flotar sobre el mismo en la habitación, son comunes al despertar o cuando se tiene una parálisis del sueño, en la que uno se siente paralizado al mismo tiempo que es consciente del mundo exterior. Un estudio de 2005, según Scientific American, encontró que estas experiencias pueden inducirse artificialmente estimulando áreas concretas del cerebro. En cuanto a la revisión de la propia vida, el culpable puede ser una región cerebral que libera noradrenalina, una hormona del estrés que se libera sin control durante un trauma. 
Alberto del Arco y Gregorio Segovia (Departamento de Fisiología, Facultad de Medicina, Universidad Complutense de Madrid), Alberto Porras-Chavarino (Unidad Médica, Pfizer, Madrid) y Rodrigo Martínez (Hospital Nacional de Parapléjicos, Unidad de Neurología Experimental, Toledo) son autores de una publicación al respecto de la que entresacamos lo más importante:

“1.- La muerte es un proceso irreversible y, por tanto, nadie puede haber muerto realmente y regresar a la vida. ¿Cómo es esto compatible con los testimonios de muerte clínica y resurrección? Es posible que en la mayoría de los casos se trate de un mal diagnóstico de muerte. Los pacientes que describen una experiencia cercana a la muerte podrían haber estado en una condición de "muerte aparente" o, de forma más estricta, de "vida mínima", en la que el proceso de muerte todavía no habría comenzado. Estos casos de "muerte aparente" se dan en pacientes que, por ejemplo, sufren paradas cardiorrespiratorias durante unos minutos. También pueden ser casos de pacientes en estado vegetativo, donde no hay muerte cerebral, en los que se mantienen funciones autónomas (por ejemplo, la respiración o la circulación), y el metabolismo cerebral se reduce hasta el 50%.

2.- La muerte cerebral implica por definición el cese de las funciones cerebrales, lo que significa que no es posible ni la percepción de ningún estímulo externo o interno, ni la conciencia de uno mismo, ni tampoco, por supuesto, la consolidación de memorias de ninguna experiencia. Esto último es muy importante, ya que incluso en una situación de esta clase muchos consideran que las experiencias cercanas a la muerte son un argumento en favor de la existencia de un ente espiritual (llámese alma) que sobrevive después de la muerte. Poseemos suficientes datos sobre el cerebro para desmitificar el significado sobrenatural de las experiencias cercanas a la muerte, ya que éstos indican que las mismas son una consecuencia de cómo está organizado nuestro cerebro

3.- En resumen, podemos afirmar que, si un sujeto ha experimentado determinadas percepciones o sentimientos, y es capaz de recordarlos, significa que su cerebro estaba aún activo (aunque su actividad pudiera estar alterada) y, por tanto, no había muerte cerebral”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario