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10 de enero de 2011

Revista CIUDADANO - Medicinas para un feliz siglo XXI

Ciudadano nº.283

Fármacos para la felicidad, el negocio del futuro.

MEDICINAS PARA UN FELIZ SIGLO XXI

A las puertas del siglo veintiuno, la industria del fármaco se esfuerza por ofrecer al individuo medicinas más perfectas o píldoras que dan respuesta a situaciones que, hasta el momento presente, se consideraban poco menos que irresolubles. En el presente trabajo pasamos revista y tratamos de aproximarnos, con sus ventajas e inconvenientes a los nuevos remedios que acaban de llegar o, pronto lo harán, a los anaqueles de las boticas.

Julio Ruiz Herreras

Si hablamos de medicamentos, no estaría de más precisar preliminarmente, que nos referimos, quizá, al producto de consumo más seguro que exista, pues toda nueva sustancia estudiada y utilizada con un objetivo terapéutico es sometida a ensayos analíticos, toxicológicos, farmacológicos y clínicos realizados para comprobar sus propiedades en relación con su utilización en el hombre. Este periodo no suele ser inferior a cinco años, antes de que la autorización de puesta en venta sea otorgada por el Ministerio de Sanidad y Consumo.
Aunque el consumo de medicamentos sea objetivamente seguro, lo que no está garantizado es que el paciente se vea eventualmente afectado en el caso de incumplir las normas de administración o su metabolismo acuse incompatibilidad o intolerancia, hecho que podría no conocer con anterioridad.
Por ejemplo, el celebérrimo Viagra (sidenafil, laboratorios Pfizer), que se vende, desde hace poco, con receta médica en farmacias, es un vasodilatador que, al inhibir la acción de cierta enzima, activa los neurotransmisores que facilitan el aporte de sangre necesario hacia la zona genital productora de la erección. Es un medicamento seguro, según los galenos, pero existen limitaciones a su ingesta: en absoluto pueden tomarla quienes sufran cardiopatías, estén tomando otros vasodilatadores nítricos o tengan úlceras sangrantes, con lo que la información del propio consumidor resulta muy importante para evitar problemas que, incluso, lleven al fallecimiento. También hay que saber que presenta un buen número de efectos secundarios y que no resulta eficaz en todos los casos de impotencia (es bastante solvente en los casos de origen psicológico, pero sólo en un 50% cuando la disfunción la causó la diabetes).
Lo cierto es que las expectativas de ventas de la ya conocida como “píldora azul” son de once mil millones de dólares de facturación en todo el planeta, negocio nada desdeñable. De cara al potencial consumidor, el coste de la célebre píldora saldrá un poco cara: entre 1.500 y 2.100 por unidad, según la dosis.
No obstante, lo más significativo, fenómeno que empieza a suceder con ciertos nuevos fármacos, es la repercusión social que el Viagra está teniendo en el sentido de que el interés principal no provenga de los afectados de impotencia como enfermedad, sino de todos aquellos que lo ven como un medio (que no es lo mismo que remedio) para mejorar su potencia sexual. La cantidad de espacio que prensa, radio y televisión destinan y han destinado al Viagra hace pensar a algunos analistas la clase de intereses suprafarmacéuticos que se mueven detrás de la famosa pastilla. En todo caso, no está de más recordar que es un medicamento que sólo se debe tomar bajo prescripción facultativa, y que ningún farmacéutico debería dispensar sin el oportuno documento médico (y reiterar que esto vale para todas las medicinas que requieran receta).

Nuevos antibióticos
La resistencia de los microorganismos a los antibióticos por su uso indiscriminado (según un reciente informe de la Universidad de Colorado en Estado Unidos, en un 75% de los casos de catarro o gripe, son habitual e indiscriminadamente recetados o dispensados) ha llevado a los laboratorios a investigar unos nuevos antibióticos que solucionen ese problema. En este campo, y con un eslogan comercial que dice “las bacterias cambian, los antibióticos también”, acaba de ser comercializado el fármaco denominado Vaxar (grepafloxacino, laboratorios Glaxo), cuyos principales logros, según el fabricante, en el tratamiento de las infecciones de las vías respiratorias bajas es su capacidad de atacar los gérmenes habituales, pero también a los microorganismos atípicos, y poseer un doble mecanismo de acción bactericida, lo que hace que la posibilidad de desarrollo de resistencia sea casi nula, y así por ejemplo, tras revisar su eficacia, se ha recomendado su uso para el tratamiento de la neumonía en aquellos casos en los que los neumococos resistentes a la penicilina representan un problema clínico. Todas estas bondades, no obstante, habrán de ser refrendadas por la práctica, ya que son las prometidas por el laboratorio y aún habrá que esperar para ver si son confirmadas por los médicos en su uso diario y continuado.
Una característica del Vaxar, que poco a poco parece que va imponiéndose en otros nuevos medicamentos, es la administración en una toma única diaria, lo que sería interesante para lograr el cumplimiento del tratamiento por parte de los pacientes, además de más cómoda. Otra ventaja que, según el fabricante, podría acreditar es su eficaz actividad frente a ciertos gérmenes atípicos (Legionella, Chlamydia, Mycoplasma pneumoniae), ante la evidencia, cada día más aceptada, de que son importantes causantes de infección en pacientes inmunocompetentes e inmunodeprimidos, o que padecen el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
Hablando, precisamente, de esa terrible enfermedad, el Ministerio de Sanidad autorizó el pasado mes de octubre la comercialización en España del medicamento denominado Combivir, planteado como una pequeña revolución dentro de la terapia contra el VIH, al combinar, en un solo comprimido el retrovir (AZT) y el Epivir (3TC), remedios ya conocidos. El avance consiste, en este caso, en facilitar el cumplimiento de las terapias, aspecto que, aunque a priori pudiera ser considerado como tangencial, en ese caso concreto se ha convertido en un auténtico caballo de batalla (casi un tercio de las terapias que fracasan lo son por su incumplimiento, debido al perfil habitual del paciente: una persona socialmente marginada, con problemas de drogadicción y/o delincuencia).
Y es que los nuevos medicamentos marcan un cierto cambio -aún estaría por determinar si a mejor por parte de los ciudadanos-de la industria farmacéutica de cara a sus líneas de investigación. Las limitaciones de la naturaleza, ya sean físicas o psíquicas, van a dejar de ser un problema: ese parece ser el mensaje de los laboratorios, dispuestos a proporcionarnos una píldora para cada uno de nuestros males, porque muchas píldoras, y mejor si son caras, sería, indudablemente, un buen negocio para quien las venda.

Superventas
Un vistazo a los éxitos comerciales farmacéuticos en Estados Unidos ilustrará mejor lo que se acaba de apuntar. Además del ya mencionado Viagra tenemos, entre los mejores del ranking, a ciertos preparados que superan ya, en facturación, los mil millones de dólares: el Liptor, un reductor del colesterol, el Zyprexa, un tratamiento contra la esquizofrenia o el Prozac, un antidepresivo. Como se aprecia, son recientes remedios (su aparición en el mercado se sitúa entre 1997 y 1998) cuyo objetivo es no ser gordo o estar siempre alegre.
Los nuevos medicamentos, según parece, se orientan a proporcionar cierta clase de promesas de bienestar. La psicóloga María José Fernández estima que “los remedios a base de pastillas son, a menudo, peligrosos, pues atacan el síntoma y no su raíz, particularmente los destinados a modificar comportamientos o conductas. Hay estudios que apuntan, por ejemplo, a que el famoso Prozac tiene un efecto, al cabo del tiempo, en la personalidad del individuo, un efecto, digámoslo así, artificial, que no ha sido generado por el propio individuo, y que, en cierta medida, le convierte en otro que no es él mismo. En el caso del Viagra, el factor de aumento de la autoestima parece que va a ser clave para aquellos individuos en los que la potencia sexual del macho es un referente de primer orden, especialmente si han alcanzado cierta edad o si se tienen ciertos complejos.”
En este línea, la industria farmacéutica comprueba como los medicamentos destinados a problemas no vitales, como la obesidad, el dolor de cabeza, el reforzamiento de la memoria o la alopecia, son una fuente de recaudación de primer orden, sobre todo si cuentan con el suficiente apoyo propagandístico. Antes se mencionaba al Prozac como un antidepresivo, pero su uso se extiende a combatir la anorexia o la ansiedad, y en muchos casos, simplemente se utiliza como euforizante. Los medios de comunicación han popularizado una sustancia, la fluoxetina, que aparece en novelas o filmes, contribuyendo a presentar su ingesta como algo natural, cotidiano, obvio. A la vista de su éxito, se investiga en otros y más especializados “recaptadores de la inhibición de la serotonina”, más selectivos, sustancias que determinarían, a voluntad, el incremento de nuestro humor y estado de ánimo.

Sin perder la cabeza
Los 4.000 neurólogos reunidos el mes pasado en Sevilla, en el III Congreso de Sociedades Europeas de Neurología, no acertaban en ponerse de acuerdo respecto a un mal, que, según las estadísticas, padece el 60% de la población en mayor o menor medida (y cuatro millones de personas de modo patológico en nuestro país). La nueva generación de medicinas que atacan las cefaleas y migrañas son los denominados triptanes, cuyo principal inconveniente, por el momento, son los efectos secundarios y la relativa eficacia.
La causa real del dolor de cabeza es uno de los principales problemas que tienen que resolver los científicos, puesto que no es única ni se conoce con exactitud. Los factores genéti cos, por ejemplo, no tienen mucho que ver con el stress o la ingestión de determinados alimentos, pero todos producen cefaleas, y encontrar un remedio general no resulta fácil.
En este campo, el fármaco denominado comercialmente Naramig (naratriptan, laboratorios Glaxo) va a ponerse muy pronto a la venta en España, definido como un “tratamiento oral para los pacientes que sufren migrañas o jaquecas”, y que promete una “buena tolerabilidad, similar al placebo”, es decir, ausencia casi total de efectos adversos. Según las pruebas que el fabricante ha efectuado, el 93% de los ataques de migraña se resuelven con un solo comprimido, y su eficacia se mantiene durante veinticuatro horas. Parece un remedio mágico contra el dolor de cabeza, pero habrá que ver en la práctica su alcance real, que nos tememos no sea tan bueno como el marketing dice.
En las jaquecas leves o moderadas es donde existe un mayor porcentaje de autoprescripción, cercano al 60%. Es decir, el paciente asume su “dolor de cabeza” y se automedica sin control, incluso aunque no consiga aliviarse (de hecho, las ergotaminas son el tratamiento más prescrito, a pesar de la poca evidencia clínica que hay respecto a su eficacia), debido, en muchos casos, a una cierta dependencia físico-psíquica. Estos datos ilustran bien a las claras la enorme cantidad de clientes potenciales que una pastilla que elimine de modo radical el indeseable dolor de cabeza pueden existir, y explica los esfuerzos en investigación que, en esta vía, están haciendo otros laboratorios para conseguir su trozo del pastel.
El fin del segundo milenio, dentro de lo que conocemos como el primer mundo, evidencia una cierta obsesión por la consecución de una felicidad que se vende en las farmacias. Se calcula que cerca de cuatro millones de españoles pasan a diario por ellas, de los cuales una buena parte lo hace para comprar lo que se conoce como EFP (especialidades farmacéuticas publicitarias), los fármacos que, generalmente, se anuncian en los medios de comunicación. Según los datos estadísticos, este consumo en España ha ido aumentando de modo paulatino, de ahí las campañas contra la irresponsabiidad en la automedicación, en las que, entre otras cosas, se insiste en pedir consejo al farmacéutico.

Extrovertidos a voluntad
Cualquier persona tímida, hasta ahora, pensaba que tal rasgo de su personalidad era inmutable, pero científicos ingleses acaban de poner en entredicho tal creencia. Las universidades de Bristol y Southampton han descubierto que el medicamento denominado Seroxat (paroxetina, laboratorios SmithKline Beecham) produce unos cambios químicos de tal naturaleza (autoconfianza, sensación de bienestar) que reducen, en buena medida, las conductas medrosas. Según los descubridores de este fármaco, el efecto es rápido, cuestión de pocas semanas, y en Inglaterra ya ha obtenido los permisos necesarios para ser incluido en su servicio público sanitario. Lo que, por otro lado, no dicen los laboratorios, pero conviene saber, es que otros científicos -biólogos, psicólogos, psiquiatras- afirman que los rasgos del comportamiento tienen elementos genéticos que alcanzan, frecuentemente, el 50% de la influencia, con lo que la acción de un fármaco, por muy bueno que sea -y este parece que lo es-, tenga un éxito solo parcial, lo que no quiere decir que ese fármaco no se pueda utilizar como una buena solución de apoyo para un cierta clase número de trastornos.
Otra “mina” para la investigación farmacéutica sería la solución para la obesidad, por lo que muchas compañías están volcadas en la tarea. El Xenical (orlistaf, laboratorios Hoffman-La Roche) es el primero que ha llegado al mercado, y su mecanismo de actuación se basa en el bloqueo de la absorción de grasa en el intestino. No obstante, su eficacia parece no ser mínimamente satisfactoria y conlleva demasiados efectos secundarios, por lo que la carrera por encontrar el fármaco-milagro está aún en sus comienzos. Otras píldoras están, aún, en fase previa: la de la calvicie o la memoria; en el primer caso, lo más avanzado se llama minoxidil (con resultados de regeneración del cabello todavía pobres pero prometedores), y en el segundo, científicos californianos han logrado en el laboratorio que ratas dopadas con ciertas sustancias doblen su capacidad de memoria, probablemente base de un nueva medicina que se anuncia para los próximos meses, y que se llamará Aricept (laboratorios Pfizer). La competencia comercial es muy dura y se trabaja a marchas forzadas: mientras hace sólo unas décadas salía al mercado una nueva sustancia impactante cada tres o cuatro años, actualmente lo hacen a un ritmo de pocos meses. Porque la salud, nos guste o no, es también un bonito negocio.

cuadro 1
Medicinas y personas

La vieja máxima de la homeopatía, “no hay enfermedades sino enfermos”, parece cobrar actualidad para la medicina oficial a la luz de la investigación sobre el genoma humano.
La investigación en ese terreno sugiere y se orienta hacia los tratamientos individuales para cada paciente, en función de las peculiaridades de sus genes. Esto ha impulsado de las compañías médico-farmacéuticas a crear divisiones específicas en ese campo.
De ese modo, no es ciencia-ficción suponer que, dentro de algunos años, los pacientes reciban un tratamiento basado en su código genético. Menos cerca se hallarían las técnicas de reposición de genes anómalos o mutados por medio de la denominada terapia génica o la modificación del funcionamiento de dicho gen, utilizando fármacos que lo varíe, bloquee o inactive.
Probablemente, todo esto lleve a una nueva concepción y clasificación de las enfermedades y los medicamentos. Cuando se conozcan bien todos los genes y se identifiquen sus funciones, será posible efectuar con gran eficacia las tareas de prevención, al conocer la predisposición de un individuo a padecer una enfermedad de origen genético, y aunque esta se produzca, prescribir fármacos individualizados.

cuadro 2
El Prozac y sus hijos
Quizá el fármaco precursor de lo que en los medios de comunicación se ha dado en llamar “pídoras para la felicidad”, fuera el Prozac. A pesar de su fama, el mecanismo exacto de su acción parece no ser perfectamente conocido, hecho que podría inducir al paciente a verse asaltado por un cierto margen de dudas. El “Vademecum Internacional” de este año, que es el medio de información de medicamentos más importante para que los médicos hagan sus prescripciones, nos ilustra sobre algunas características del Prozac, que con ese mismo nombre venden en España los laboratorios Lilly Dista (hay “otro” Prozac, bajo el nombre comercial de Reneuron, de los laboratorios Juste).
Textualmente podemos leer acerca de dicho fármaco: “Es un medicamento de acción antidepresora cuyo mecanismo de acción parece estar relacionado con la inhibición de la recaptación de la serotonina por las neuronas del sistema nervioso central... No existen datos suficientes para poder hacer una recomendación en cuanto al tiempo que debe mantenerse el tratamiento ... no se recomienda su uso en niños, dado que no se ha establecido su seguridad y eficacia ... no se ha establecido su seguridad en mujeres embarazadas... puede producir efectos adversos leves o moderados sobre la capacidad para conducir y utilizar maquinaria”. De modo que parece conocerse su mecanismo de acción y se reconoce que no hay datos sobre quienes y cuanto tiempo hay que tomarlo, extremos que no resultan demasiado tranquilizadores. Como alertaba Carlos Fresneda, escritor y periodista de temática social, en su libro “La vida simple”, el consumo del famoso antidepresivo entre los menores de doce años se multiplicó por cuatro en Estados Unidos entre 1995 y 1996, lo que llevaba a la reputada psicopedagoga Marsha Levy Warren a decir que “si damos a los niños medicamentos para regular sus estados de ánimo, tal vez nunca aprenderan a canalizar por sí mismo sus emociones”.
Tras la estela del Prozac, han aparecido otros medicamentos similares, pero más perfeccionados. En 1997 surgía el Seroxat (paroxetina, laboratorios SmithKline Beecham), ya mencionado en el cuerpo principal del presente informe cuando se hablaba de una nueva medicina contra la timidez, como “un potente y selectivo inhibidor de la recaptación de la serotonina”. Este mismo año vieron la luz pública el Frosinor (clorhidrato de paroxetina, laboratorios Novartis) y el Besitran (sertralina, Laboratorios Pfizer), dos nuevos euforizantes que, en relación al Prozac, son más selectivos, es decir, “afinan” más su acción y provocan menos efectos secundarios.

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