En los últimos quince años, los servicios
de neonatología han progresado enormemente para limitar el estrés de los bebés prematuros. Sin
embargo, no logran igualar las condiciones de vida y el desarrollo del entorno
intrauterino.
Los
niños descritos como "muy
prematuros" (nacidos entre las 26
y 30 semanas de embarazo) están desafortunadamente expuestos a múltiples
factores de estrés durante sus primeras semanas de vida. Su pequeño cuerpo
recién salido del vientre de su madre está sometido diariamente a
procedimientos de cuidado invasivos y dolorosos para los que no está preparado.
El entorno sensorial es agresivo:
las máquinas rugen, suenan, las luces deslumbran, parpadean, los materiales
metálicos colisionan. El ruido provoca en el niño espasmos y sobresaltos.
Durante
la última década, la investigación científica ha enfatizado la probabilidad del
impacto de la exposición temprana al estrés en el desarrollo psicológico a
largo plazo del sujeto. Ante el estrés, el hipotálamo
segrega cortisol. A las 30 semanas de embarazo, esta respuesta al estrés es
funcional, lo que significa que la mayoría de los bebés prematuros secretan
tanto cortisol como un niño mayor. Sin embargo, si esta secreción es útil para
movilizar energía en forma episódica, se
vuelve tóxica para el cerebro de estos bebés cuando se secreta en dosis altas,
lo que puede alterar ciertas estructuras de su pequeño cerebro y sus respuestas
neurobiológicas al estrés. Muchos estudios sugieren una correlación entre el
estrés de la madre, el nivel de cortisol del niño y sus trayectorias de
desarrollo psicológico.
Ahora
sabemos que la experiencia sensorial
temprana influye en la organización neuronal y modula el cerebro del niño.
Mientras que algunas neuronas maduran de forma autónoma, otras necesitan ser
estimuladas: a partir de mediciones de electroencefalograma (EEG), se encontró
que los bebés que tenían más actividad
física en los primeros días de vida mostraron un mejor crecimiento del cerebro.
Del mismo modo, aquellos que evolucionan en un entorno mecánico tienden a
mostrar menos desarrollo que los bebés que están inmersos en un universo
humano, con adultos. A largo plazo, por razones multifactoriales, podemos
observar, en niños nacidos muy prematuramente, trastornos emocionales y cognitivos, así como problemas de atención, memoria y aprendizaje durante
infancia y adolescencia.
De
la investigación sobre las emociones de los bebés prematuros nace un deseo
común de las unidades de neonatología: limitar
el estrés y el dolor de estos niños al máximo y aumentar su bienestar. Se trata de acercarse
a las condiciones intrauterinas,
reconstituyendo una especie de entorno protector. Se opta por reducir el ruido de las máquinas (que tiende a aumentar el
ritmo cardíaco) en beneficio de la música y la voz materna, especialmente
relajante. Se hacen esfuerzos para limitar el cuidado del dolor, las fuentes de luces brillantes, ruidos fuertes
y repentinos, así como una diferencia de temperatura demasiado grande. En
1996, Lynda Harrisson, investigadora
científica de la Universidad de Alabama
en Birmingham, desarrolló el tacto
humano suave. Esta técnica de apaciguamiento consiste en colocar una mano
en la cabeza del niño y la otra en una de sus extremidades durante varios
minutos. Al niño también se le pueden ofrecer masajes ligeros, caricias y
momentos de succión no nutritivos.
En
la década de 1980, nació el famoso método
"canguro" en Colombia, que ha permitido a muchos países en
desarrollo aumentar las posibilidades de supervivencia de los bebés muy
prematuros. Esta técnica consiste en reproducir, en bebés humanos, el tipo de crecimiento ectópico observado en canguros bebé. El niño se
coloca en el vientre de su madre, con la cabeza erguida y la piel contra la
piel. Este método está lleno de beneficios: ayuda a proporcionar el calor al niño
y mejorar la proximidad y la relación padres y su bebé, para incluir más a papá (ya que él también
puede reemplazar a la madre y practicar piel con piel con su hijo). Si todas
las unidades de neonatalogía tienden a este objetivo, no todas despliegan la
misma voluntad ni los mismos medios. Cambiar la práctica de los cuidadores es
un trabajo difícil que requiere una capacitación
especial.
Algunos
equipos van un paso más allá y aspiran a la certificación del Programa de Evaluación y Atención del
Desarrollo Individualizada del Recién Nacido (NIDCAP). Detrás de este
acrónimo se encuentra una serie de rigurosas estrategias de cuidado del
desarrollo que se implementarán tan pronto como sea posible, de forma
individualizada y centrada en el niño. El
bebé es considerado un actor en sí mismo. Es a su alrededor, y a su familia,
que el servicio está organizado. Se cuestiona todo el entorno del bebé:
ruido, luz, sueño, cuidado, higiene, comida. Puede ser recomendable, por
ejemplo, utilizar un colchón de agua para los bebés poco peso, mantener al niño
alejado de los intercambios entre los cuidadores, especialmente durante el
momento de la sucesión, el
posicionamiento de una manta fragante cerca de la cara del niño cuando se
retira el canal central, recalentar todos los materiales que están en contacto
con la piel, tales termómetro, solución salina fisiológica ...
NIDCAP tiene una
gran ventaja, la de estar basado en
evidencia científica (en 2014, un meta-análisis llevado a cabo ensayos
clínicos en el Hospital de la
Universidad de Caen confirmó el beneficio de NIDCAP sobre el desarrollo de
los bebés prematuros durante los primeros 24 meses de vida).
Otra
investigación ha destacado que permitir que los padres duerman en el establecimiento y participar en el cuidado de
su bebé. Como los padres son percibidos en NIDCAP como correguladores
naturales para sus hijos, es importante alentarlos a quedarse con ellos. El
objetivo de la Federación Internacional de NIDCAP (NFI), una organización
internacional sin fines de lucro, es apoyar el desarrollo de esta práctica en
hospitales de todo el mundo.
El
final de la estancia en el servicio del hospital inicia una aventura delicada, la del regreso a la casa. Los padres abandonan la protección sanitaria para
encontrarse solos, en la privacidad de su hogar, en presencia de un ser vulnerable (y lo cierto es que
no todas las unidades acompañan a la familia en sus primeros pasos a casa).
Por
ejemplo, una madre francesa relata que, en el hospital, se llevó a cabo una reunión mensual para educar a los
padres sobre cómo cuidar a un bebé nacido prematuramente. "Una buena
iniciativa –dijo- que nos permitió cuidarla sin ser demasiado sobreprotectores".
Sin embargo, estas reuniones, según ella, no parecen suficientes. “Entre la alegría
y la angustia de regresar al hogar, no tuvimos ningún seguimiento en casa.
Hubiera apreciado tener una enfermera la primera semana para estar más tranquila”.
Esta
preocupación por la calidad de la atención para el desarrollo está vinculada a importantes cuestiones éticas. ¿Hasta
dónde llegarán los límites de la sostenibilidad? ¿Deben aumentarse las
prescripciones de morfina a pesar del posible impacto negativo de este
analgésico en el cuerpo? ¿Tenemos que mantener a los bebés vivos a toda costa,
incluso si se esperan consecuencias importantes para su desarrollo? •
https://le-cercle-psy.scienceshumaines.com/un-petit-cocon-pour-les-grands-prematures_sh_39158
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