Antes de la actual Barcelona existió otra, fundada a miles de kilómetros hace tres
siglos. En concreto, se trató de una colonia formada por los exiliados de
la Guerra de Sucesión de España (1702–1714), que se ubicó en el Banato de Temesvar y se llamó Nueva Barcelona. La región mantiene
hoy un aspecto plurinacional, de encrucijada de caminos, y cierto
recuerdo de la ciudad de los exiliados de algún modo continúa vivo.
El Banato de Temesvar es una región
natural delimitada por los ríos Danubio, Tisza y Mures. Constituyó también
una unidad política, con capital en la actual Timisoara, hasta el final de la I Guerra Mundial. Entonces, esta región fue dividida entre Rumanía
y Serbia. Tan sólo una pequeña franja septentrional, alrededor de Szeged,
correspondió a Hungría.
El territorio fue después
incorporado a la llamada Frontera Militar de la monarquía de los Habsburgo, un espacio gestionado
directamente desde Viena por el
Consejo de Guerra y la Cámara Imperia. Esta institución fomentó a partir
de la década de 1720 la repoblación
de un territorio con grandes posibilidades agrícolas.
La colonización,
tutelada desde el Estado, fue protagonizada por parejas de campesinos
jóvenes, a quienes se les concedieron tierras y medios. El proyecto, incluía la construcción de nuevas ciudades o colonias homogéneas
desde el punto de vista étnico. Los nuevos pobladores, germánicos y también
magiares, se distribuyeron en un complicado tablero de ajedrez donde ya
residían rumanos, serbios, rutenos y otros colectivos.
Y desde 1735 también
fueron a parar allí algunos centenares
de exiliados de la Guerra de Sucesión
de España. Aquella había sido sin duda la primera guerra civil, y el éxodo
que la siguió afectó a unas 30.000 personas,
que constituyeron el primer gran exilio
político hispánico. Aproximadamente, la mitad de ellos eran catalanes;
el resto se había refugiado en Barcelona
en los últimos compases de la contienda.
El Banat o Banato, entre Rumanía y Serbia |
Buena parte de ellos
acabaron instalándose en Viena,
donde construyeron espacios de sociabilidad y de socorro, como el Hospital de Españoles. con su iglesia de la Merced o el Monasterio
de Montserrat de Viena. Posteriormente (1835), se produjo una re
emigración de exiliados hispánicos hacia aquellas tierras de frontera,
el Banato de Temesvar. Los exiliados
llamaron Nueva Barcelona a la
colonia que les fue adjudicada.
Sin embargo, la historia
de la nueva ciudad fue breve y cruel.
Los exiliados, algunos de edades avanzadas y todos sin experiencia como
agricultores, no respondían precisamente el modelo de colono enviado a trabajar
nuevas tierras. Las enfermedades endémicas se cebaron sobre ellos, y la
población, formada por unas 800 personas, se redujo a la mitad en tan sólo
unos meses. La mayoría re emigró a Viena o Buda en los años siguientes.
Hoy, la antigua nueva Barcelona es Zrenjanin, la ciudad
más importante del Banato serbio, con unos 80.000 habitantes. De aquella fundación
difícil sólo quedan algunos recuerdos conservados en el Museo Nacional
y en el archivo del obispado católico, además de la magnífica documentación que
custodia el Hofkammerarchiv de Viena.
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