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24 de agosto de 2012

CALLABAN O NO SABÍAN


BANCO DE ESPAÑA
La información de ElPais.com(22 de agosto) dice: “El Ejecutivo está a punto de alumbrar una nueva normativa con la que intentar resolver el desastre bancario que ha llevado a España a pedir auxilio financiero a los socios de la Eurozona para inyectar recursos al sector y, como derivada, la necesidad de una suerte de rescate blando para el Estado en sí.”  

Por así decirlo, llama la atención la calificación de “desastre bancario”. Se trata de autorizar al Banco de España a una rápida intervención cuando se detecten serios problemas en las entidades financieras. Todo ello cuando se hace público que éstas  presentan una morosidad  record de 164.360 millones de euros.

La cuestión es qué hacían los medios de comunicación cuando se estaba gestando y efectuando tal “desastre bancario”. No se recuerdan informaciones en ese sentido, y, o bien los periodistas no sabían nada de nada, o bien si lo sabían lo callaban. En el primer caso, pecarían de incompetencia. En el segundo, califíquenlo ustedes.

“El problema es que los editores han dejado de creer en que invertir en la calidad de sus medios se va a convertir en un aumento de las ventas”, decía Ernesto Ekaizer en una entrevista con el portal de Internet prnoticias.com. Efectivamente, el lector –al menos el de prensa diaria- no es tonto, y sabe sumar dos más dos. Ha visto como los medios de comunicación, casi a unísono, informaban lo bien que iban las cosas en los años de la burbuja del ladrillo, ninguno vio ningún peligro.

Como botón de muestra portada en La vanguardia lunes 17 de enero de 2005: “El empuje de las cajas está obligando a los grandes bancos a replantearse sus estrategias comerciales. Las entidades de ahorro han arrebatado el liderazgo a la banca en depósitos y créditos”.  La Caixa ganaba 1020 millones de euros en 2004 reconociendo que en gran parte “gracias a la actividad hipotecaria”. El ejecutivo socialista veía tan saludable la economía que decidía elevar el techo de gasto de Estado para 2007 en un 6,4%. Todo parecía ir muy bien, pero es improbable pensar que las élites económicas no supieran que la burbuja inmobiliaria estaba detrás de toda esa euforia, y que cuanto más se inflase peor sería su estallido.

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