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24 de julio de 2012

LAS ILUSIONES PERDIDAS


“Ilusiones. El calmante Universal”. 

La frase de un personaje de una novela de John Vernon,  tan concisa,  acaso diga mucho sobre la situación socioeconómica actual. Las noticias, machaconamente, mes tras mes, han ido preocupando primero y alarmando después a cada vez más ciudadanos. En el momento actual lo peor es la falta de perspectivas positivas próximas, que un parado no tenga –casi– la más mínima posibilidad de encontrar empleo sino en un plazo largo o larguísimo o que los recién titulados opten por irse fuera porque saben que en su tierra sus opciones son próximas a cero. Y esos son solo dos ejemplos. Todo en la situación económica que hoy vivimos acaba por matar las ilusiones de la gente, que ya no tiene su calmante.  Empieza, ahora sí, a cundir el nerviosismo.

Y es lógico. Aunque es conocido que el español medio no se distingue, precisamente, por sus elevados conocimientos de economía y finanzas, sí le alcanza, sin embargo, para “desnudar” a sus políticos. Cuando De Guindos dice que “por supuesto” no habrá rescate a España (sin decir en qué se basa para decirlo) la ciudadanía piensa que probablemente sí lo haya. Y también sabe lo que eso significará: menores salarios, menores pensiones, más paro.

“España está a merced de los mercados”, dice hoy ElPais.es.  y eso es tanto como decir que tiene muy mermada su soberanía. Nuestro ministro de Economía declaró que la actitud de los mercados es “irracional”, pero recordando a Keynes hay que  convenir que “los mercados pueden mantener su irracionalidad más tiempo del que tú puedes mantener tu solvencia”. O lo que es lo mismo: los mercados son claramente más fuertes que tú.  

Así se comprenden mejor las declaraciones del subgobernador del Banco de España, Fernando Restoy,  que pidió ayer  al Gobierno más reformas y ajustes, «en la misma línea de los adoptados hace unos días», para calmar a los mercados. Suena a calmar a las fieras.

“And the depression left his mark” (“y la depresión dejó su marca”) dice una  canción de Elliott Murphy, hablando de la Gran Depresion norteamericana posterior al crack del 29. También me parece una frase que, lamentablemente, vamos a poder aplicarnos. 

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