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11 de abril de 2012

ESTE MAL QUE NO MEJORA, NO ES DE AHORA

El problema del paro en España es que casi siempre lo ha habido.

En la década de los años sesenta y hasta la muerte de Franco en 1975, la economía mundial experimentó una notable expansión que benefició el desarrollo económico de una atrasada España. El desempleo no era elevado porque los sectores industrial y de servicios fueron absorbiendo los amplios excedentes de mano de obra, que percibía salarios muy bajos, debido a que estaba subempleada en la agricultura, sin olvidar el fenómeno de la emigración (solo entre 1955 y 1965 se registró una migración de trabajadores españoles al exterior de cerca de un millón de personas).

La década de los ochenta se iniciaba ya con un 10,6% de desempleo para ir ascendiendo hasta el 21,65% de 1986 y descender después al 16,7% de 1990. En los noventa la cosa no fue mejor –el pico máximo se dio en 1994 con el 24,1%- mejorando únicamente hacia el final. Sólo entre 2005 y 2007 el paro bajó del 10%, y como es sabido, gracias al falso “boom” de la construcción.

Lo cierto es que en los últimos treinta años sólo hubo tres con menos del 10% de desempleo. El promedio de esas tres décadas es bastante elocuente: 17,05%.

El problema, a primera vista, parece simple: no hay suficientes puestos de trabajo para ocupar a la población activa, no hay suficientes empresas, o éstas no son lo suficientemente grandes. O, tal vez, será que exportamos menos de lo que necesitaríamos. Y como hemos visto este mal no es de ahora, ha sucedido siempre.
De modo que parece que estamos ante un problema estructural, que no se resuelve apelando a la moderación salarial, recortando pensiones o pidiendo la cabeza de los funcionarios. Requiere un replanteamiento en serio del modelo económico, porque la burbuja inmobiliaria pudo producirse porque el modelo la amparaba, y no hay ninguna garantía que otra de diferente clase vuelva a repetirse.

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