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3 de febrero de 2018

UNA RECIENTE INVESTIGACIÓN AFIRMA QUE POSEER UNA GRAN INTELIGENCIA TAMBIÉN PODRÍA SER UNA FUENTE DE PROBLEMAS

 Se  ha  venido  dando  por  cierto  que la posesión de una alta inteligencia, supondría el éxito educativo y el nivel de ingresos futuros. Pero parece que no todo es positivo para los superdotados intelectuales.

En realidad, se sabe poco sobre las dificultades experimentadas por ellos. En concreto, las personas con una alta capacidad intelectual parece que poseen una “sobreexcitabilidad” en varios aspectos que puede predisponerlos a ciertos trastornos psicológicos, así como a condiciones fisiológicas que involucran respuestas sensoriales elevadas e inmunológicas e inflamatorias alteradas.

Así lo afirma un reciente estudio (High intelligence: A risk factor for psychological and physiological overexcitabilities. ScienceDirect, Volume 66, January–February 2018) que realizó una encuesta a 3.715 individuos que estaban en o por encima del percentil 98 de la inteligencia.

Se solicitó a los participantes autoevaluar la prevalencia de trastornos de ansiedad y estado de ánimo diagnosticados o sospechados, trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), trastorno del espectro autista (TEA) y enfermedades fisiológicas que incluyen alergias ambientales y alimentarias, asma y enfermedades autoinmunes.

Se pudo confirmar una alta correlación estadística y un índice de riesgo relativo notablemente alto de diagnósticos para todas las afecciones citadas en comparación con las estadísticas nacionales promedio. Esto implicaría al alto cociente intelectual como un factor de riesgo potencial de trastornos afectivos, TDAH, TEA y una mayor incidencia de enfermedades relacionadas con la desregulación del sistema inmune. Los hallazgos preliminares apoyan firmemente una asociación híper cerebral / híper corporal que puede tener importantes implicaciones individuales y sociales.

El bioquímico estadounidense de origen chino Roger Y. Tsien, premio nobel de Química en 2008, define la inteligencia como "la capacidad de autodescubrir el conocimiento y los patrones de un mundo lleno de incertidumbres y posibilidades infinitas" (...) subrayando que “El individuo altamente inteligente tiene una notable capacidad para ver e internalizar estas inmensas incertidumbres, posibilidades y problemas. Este regalo puede ser un catalizador para el empoderamiento y la autorrealización o puede ser un predictor de desregulación y debilitación, como sugieren los resultados actuales. Si estos individuos asimilan su mundo de una manera intelectual tan sobreexcitada (híper cerebro), también existe la posibilidad de un intenso nivel de procesamiento fisiológico (hiper cuerpo)”.

La teoría del hiper cerebro/híper cuerpo es nueva y, como tal, será necesario llevar a cabo una serie de estudios para comprender mejor sus fortalezas y limitaciones. Comprender la relación entre la alta inteligencia y la enfermedad podría tener un impacto personal y social significativo. En el mencionado estudio, se presentó un marco teórico plausible y altamente comprobable que espera servir como un trampolín para futuros diseños experimentales en todas las disciplinas y proporcionado evidencia para demostrar que aquellos individuos  con alta inteligencia corren un riesgo significativamente mayor para los trastornos psicológicos y las enfermedades fisiológicas examinados.

No obstante, se necesita más investigación para demostrar la causalidad. Con el avance reciente del estudio de la inteligencia utilizando técnicas de neuroimagen e intentos a gran escala para mapear el genoma combinado con las investigaciones más recientes que se realizan para comprender mejor los procesos psiconeuroinmunológicos implicados.

Cabe recordar que los conceptos “inteligencia” y “cociente intelectual” se hicieron rápidamente operativos en el siglo XX. Se suponía que cada individuo poseía una cierta cantidad de inteligencia, ya fuera innata, ya producto de la educación, y para su medición se diseñaron muchos tests al respecto.

La teoría de las inteligencias múltiples de Gardner (1983) proporciona otra perspectiva acerca de cómo las habilidades de procesamiento de la información subyacen a la conducta inteligente, y amplía el concepto al incluir siete áreas separadas del conocimiento (lingüística, lógico-matemática, musical, espacial, corporal-cinestésica, interpersonal e intrapersonal) que funcionan de manera relativamente independiente, pero que interactúan a otros niveles cuando el sujeto se dedica a la solución de problemas (Howell y otros, 1997).

Gardner cree que la inteligencia debería ser definida en función de las series distintas de las operaciones de procesamiento que permiten a los individuos solucionar problemas, crear productos y descubrir un nuevo conocimiento en diversas series de actividades valoradas culturalmente (Berk, 1998). La teoría de la inteligencia de Gardner ha alcanzado gran aceptación porque es fácil de comprender y porque permite explicar diversos tipos de capacidades superiores, con independencia del rendimiento académico.

Actualmente los expertos conciben la superdotación desde una perspectiva mucho más amplia que hace sólo unas décadas, y en las definiciones se introducen otras dimensiones como la creatividad, la motivación, el autoconcepto, la capacidad de liderazgo y la capacidad física, la socialización, así como factores no intelectivos y fortuitos y características cognitivas

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