Tal vez no tantos sepan que la masa
forestal española es, tras la de Suecia, la más grande e importante de
Europa, y una fuente de riqueza y de empleos, pero también de servicios ecológicos y sociales
difícilmente evaluables y cuantificables.
Porque esos bosques capturan carbono, contribuyen a la regulación hídrica, a combatir la erosión del suelo, a mejorar la calidad del aire y a conservar la diversidad biológica española, la más rica y variada de Europa. Y aunque los productos y servicios que presta el monte son muchos (turismo, resinas, trufas, setas, etc.), sólo el de la madera genera unos 90.000 empleos directos en las casi 13.000 empresas del sector, empleos que están localizados en zonas rurales -las que más sufren la despoblación- y próximas a las masas forestales.
Porque esos bosques capturan carbono, contribuyen a la regulación hídrica, a combatir la erosión del suelo, a mejorar la calidad del aire y a conservar la diversidad biológica española, la más rica y variada de Europa. Y aunque los productos y servicios que presta el monte son muchos (turismo, resinas, trufas, setas, etc.), sólo el de la madera genera unos 90.000 empleos directos en las casi 13.000 empresas del sector, empleos que están localizados en zonas rurales -las que más sufren la despoblación- y próximas a las masas forestales.
Hacerlo de una forma ordenada
y regulada no sólo es rentable económicamente, sino que también lo es desde
el punto de vista social o medioambiental, porque una adecuada gestión forestal contribuye, además de a sostener un
potente sector industrial como el de la madera, a prevenir incendios forestales o plagas.
Nada tiene que ver un correcto aprovechamiento forestal y una
ordenada extracción de madera de los bosques con la denostada “deforestación”, y los expertos señalan
como ejemplo que los lugares donde esos aprovechamientos están más arraigados
desde hace varios siglos (Valsaín o El
Espinar, en Segovia) son también ejemplo de conservación, de uso racional y
de compatibilidad entre intereses económicos y protección medioambiental.
En España prácticamente toda la madera que se extrae del
bosque -sobre todo la que procede de montes públicos- pasa por un proceso de subasta que genera cada año un volumen
de negocio que ronda los 100 millones de euros.
Según datos de Maderea, una plataforma dedicada a
fomentar el mercado de la madera nacional y a centralizar la información sobre
los centenares de subastas que cada año se realizan en España, el pasado año se
licitaron casi tres millones de metros cúbicos de madera en un total de 706
subastas.
Isabel María Lorente, ingeniera forestal y responsable de
esa plataforma ha observado que en España existe “una gran masa forestal, pero escasa cultura forestal”, resaltando que
la capacidad de aprovechamiento de madera es muy superior a la que se hace en
la actualidad y ha advertido de que ese desaprovechamiento y una mala gestión
conducen al abandono del monte, con
el consiguiente aumento del peligro de incendios o de plagas.
Las empresas y trabajadores del sector forestal son los
primeros interesados en cuidar las masas forestales de España porque de ellas
depende su materia prima. Lorente ha incidido en que todas las talas que se realizan en España están sometidas a rigurosas normas y controles para
determinar las condiciones de cada extracción; “talar no es deforestar, más
bien al contrario, es dar vida al bosque”.
Según datos del Ministerio de Agricultura y Pesca,
Alimentación y Medio Ambiente, casi la
mitad de la superficie forestal de España (unos 11 millones de hectáreas)
se encuentran en áreas protegidas
(parques nacionales, naturales o espacios de la red Natura 2000), y para
dinamizar el sector el Gobierno ha impulsado el Plan de Activación
Socioeconómica del Sector Forestal con hasta 75 medidas concretas que han de
implementarse hasta el año 2020.
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