M u c h o s y graves problemas de toda índole podrían ser
paliados o, incluso, solucionados, con más recursos:
perdonen la perogrullada. Y, en muchos casos, por no decir en casi todos,
recursos significa primariamente dinero,
money.
De modo que, si hojeamos los periódicos, podríamos saber de los
problemas derivados de un huracán en Haití, de la limpieza de Madrid, de la
cuestión catalana, la inmigración, el Brexit,
el Déficit Público, la lentitud de
la Justicia, la precariedad laboral y el desempleo, la contaminación, el
sistema sanitario, el calentamiento global... y así podríamos seguir enunciando
una lista casi interminable de
asuntos patrios tras los cuales el dinero sería el principal protagonista, y su
ausencia, el principal problema. En buena parte, dinero público.
Pero, en última instancia, el dinero público ha sido antes dinero privado: proviene de bolsillos
ciudadanos o empresariales, a través de impuestos, tasas, etc. El Déficit
Público que, desde hace años, aflige al estado español se origina, como es bien
sabido, en la insuficiencia de ingresos
fiscales respecto a los gastos. Aquéllos son, actualmente, un 6% inferiores a la media europea.
Así pues, la línea prioritaria de actuación del nuevo gobierno debería ser
recaudar esos seis puntos, disponiendo los medios para Incrementar la persecución de los evasores fiscales, aflorar –al menos en
parte- la economía sumergida o suprimir subvenciones innecesarias.
Por otra parte, los empresarios han indicado reiteradamente
la conveniencia, cuando no la necesidad, de reducir el mencionado Déficit
Público; estando de acuerdo en el objetivo –no tanto en los plazos-, podría
apuntarse un dato: los beneficios de las
empresas del IBEX 35 en los tres últimos años (2014, 2015 y previsión del
2016) ascienden a poco más de 90.000
millones de euros. La Comisión
Europea nos exige un recorte de 5.500
millones para 2017. Si los señores del IBEX transfiriesen generosamente tan sólo un 6% de los beneficios
citados antes al Estado, no sería necesario dicho recorte, con el consiguiente
beneficio para la salud financiera de España, para los agentes económicos,
incluidas las compañías del selectivo, y también para el empleo.
Ese era solo un ejemplo, en realidad
muy poco probable. Pero si las
élites económicas acumulan crecientemente recursos en detrimento del resto, se acabará
produciendo (a corto-medio plazo) un desequilibrio
en el conjunto de la economía que, a su vez, generará importantes conflictos
sociales. La única forma pacífica de evitarlo es la transferencia de la minoría tenedora de la mayoría del capital hacia
el resto de los sectores de la población, prioritariamente los menos
consistentes, en forma de redistribución
fiscal, renta mínima o subvenciones.
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