Es de sobra conocida la simpatía juvenil del Premio Nobel de literatura Camilo José Cela –uno de los pocos que
tenemos, y desde 1989 ninguno- por los vencedores de la Guerra Civil.
La contienda estalló mientras él estaba en Madrid, ya cumplidos los 20 años (había
nacido en 1916). Cela, escapó a la zona
sublevada y se alistó como soldado, fue herido
y hospitalizado en Logroño.
Dos años después le hallamos en La Coruña, enviando una especie
de solicitud, fechada el 30 de marzo de 1938, al Comisario General de Investigación y Vigilancia de la dictadura,
ofreciendo sus servicios como delator. Lo cierto es que no se sabe si fue
aceptada, documento que podemos ver a continuación:
Acabada la conflagración, comenzó a colaborar en la prensa madrileña, ya cumplidos los 22 años. Cinco más tarde (entre 1943 y 1944, poco después de
publicar “La familia de Pascual Duarte”),
trabajaba como censor en las oficinas de la “Sección
de Información y Censura del Glorioso Movimiento Nacional”, paradoja llamativa,
pues no pocas de sus obras fueron después
censuradas.
Según dicen sus biógrafos más benignos, Cela, sobre todo,
albergaba la intención de medrar, caerle bien al Régimen franquista y mitigar
sus estrecheces económicas. Así, publicaba en diario “El Alcázar” (8-12-1949)
un sentido artículo, “A pie y sin
dinero. Loa en el arma de infantería en el día de su patrona” que, desde la
perspectiva actual, resulta patético: “La guerra no es triste porque da salud (…) la
guerra no es triste porque levanta las almas”, llega a decir. “Ningún oficio
es más bonito que el de capitán de infantería, artesano del valor heroico,
orfebre del valor estoico” afirma.
Como antes se apuntaba, varias
editoriales de prestigio rechazaron los originales de “Pascual Duarte”, acabándose
por editar, finalmente, en Burgos en 1942, aunque una edición posterior de la
misma imprenta fue prohibida en
Madrid por la censura, que la consideró “contraria a las buenas costumbres”. Una
de sus obras más conocidas, “La colmena”,
se editó primeramente en 1951 en Buenos Aires, ya que la censura había
prohibido su publicación en España.
En 1955, con 39 años, se instaló en Palma de
Mallorca, fundando al siguiente año la revista "Papeles de Son Armadans”, que se autodefinía como un proyecto de
«reconciliación», un puente “entre la España vencedora y la derrotada” y "la primera revista liberal de la
posguerra". En una carta a Emilio
Prados la calificó como una "sosegada esquina de la historia de España
en la que los españoles de buena voluntad podamos hablar, sin gritar, y
entendernos y hacernos entender".
De este modo, contacta con diversos escritores españoles exiliados, con una primera presencia de José Ferrater Mora en 1956.
Posteriormente colaboraron Américo
Castro y Luis Cernuda (1957). En
1958, Emilio Prados, Rafael Alberti,
Jorge Guillén y Max Aub. Y en años inmediatamente posteriores, Manuel Altolaguirre, Francisco Ayala, Ramón
J. Sender, Corpus Barga, León Felipe y
María Zambrano. También fueron frecuentes las colaboraciones en gallego y
catalán.
Según señala el escritor Eduardo
Chamorro, responsable del libro “Camilo
José Cela. Correspondencia con el exilio”, “Cela les pedía poemas,
artículos, relatos, para publicarlas en su revista (eso sí, sin pagarles); Alberti, por ejemplo, llegó a publicar
dos poemas; que un Alberti, paladín de
la izquierda y el comunismo,
estampara su firma en una revista editada en la España de Franco era algo más que imposible. Pero con Cela de por medio no
había nada imposible. Además, uno de sus deportes favoritos era burlar a la censura”.
Tampoco hay que descartar que, según otras opiniones, el mostrar
un supuesto talante liberal, cuidadosamente
calculado, lo que buscaba realmente era promocionarse más allá de la España
oficial, sospecha que ocasionó que Sender y Cernuda acabasen mal con el Nobel
gallego.
José Manuel Caballero
Bonald, primer
secretario de redacción de “Papeles de Son Armadans” señalaba que “hubo, sin
embargo, un tácito acuerdo entre él
como director, y yo, que empecé siendo secretario de redacción y me encargué un
poco de la búsqueda y filtración de colaboraciones. Quiero creer que eso le dio
a la revista desde un primer momento un carácter que no se había previamente
planeado: el de ser un poco un vehículo expansivo de ideas habitualmente
proscritas”.
Según Jose Carlos Llop,
relevante escritor mallorquín, “en la revista también encontraron cobijo tanto autores locales en escribían en catalán,
figuras internacionales y poetas
trasterrados” (…) resulta imposible no mencionar siquiera hasta qué punto
fue una gran revista, la gran publicación española moderna de literatura, a
través de la cual tramó una red de contactos que luego le resultarían de
extraordinaria utilidad en el futuro”.
Cela joven |
En 1959, con 43 años, publicaba “Primer viaje andaluz. Notas
de un vagabundaje por Jaén, Córdoba, Sevilla, Huelva y sus tierras”, y a lo que
parece sus ideas políticas habían cambiado un tanto. Así, podemos leer:
“El vagabundo, que si fuera navarro sería carlista, pero como no es
más que gallego, se conforma con ser republicano federal” (página 26, Editorial
Noguer, 1ª edición, diciembre de 1959). En la misma página, antes, habla de “la
vieja lengua del anciano Euzkadi”.
Después devino en demócrata, siendo elegido senador –por designación
real- en las primeras Cortes Generales de la democracia (1977).
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