Como en la famosa novela de John Le Carré, un asesinato brutal parece haberse cometido, pero en esta ocasión la víctima no era una inocente esposa sino el terrorista más buscado del planeta.
La mujer, también desarmada, que fue herida tampoco ayuda mucho a pensar que tuvieran en mente ser demasiado cuidadosos.
Al terrorista se le debió capturar vivo, posibilidad que nadie duda como posible, pues los SEAL gozaban de una superioridad abrumadora. Se le debía haber detenido y juzgado conforme a derecho, pues según parece, Estados Unidos es un país democrático, y los paises democráticos se diferencian de los que no lo son, entre otras cosas, por ofrecer un juicio justo y con las debidas garantías, aunque se trate de un criminal de enorme dimensión. Después, el veredicto hubiese sido el que correspondiera. De esta forma, la sombra de la venganza se cierne sobre Obama, una sombra cargada de intereses electorales.
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